Dos días
Y así nos levantamos día a día, viviendo en la normalidad. Una normalidad que no es más que lo que su concepto indica, lo normal, lo esperado, lo no sorprendente, lo no desestabilizante, lo no picante, lo quieto, lo predecible, lo cierto, lo sólito.
¿cuándo nos ha inquietado cuestionar la normalidad con la que nos levantamos cada mañana? ¿cuántos días han de pasar para que el suceso tome tendencia y calificativo de normalidad? En estas palabras serán dos días.
Es así como aquel que no tiene techo o aquel que no tiene pan por dos días se vuelve normal ante nuestros ojos. Es así como el que llora, llora dos días y luego puede quedarse en esa normalidad llorando todos los días, todos los meses, todos los años. Es así también como el Estado roba a su pueblo un día y luego otro día hasta cuando se vuelve incierto que el Estado garantice una vida digna, porque se vuelve normal que reprima.
Solo han de bastar esos dos dias para que un miembro maltrate a su familia, para que los gritos se vuelvan el canto cotidiano, para que el hogar se convierta en una selva normal donde se explota el miedo por sobrevivencia.
Dos días también que pueden ser suficientes para que tu cuerpo no se mueva, para que la comida no alegre el momento, para que el vicio invada la mente y el cuerpo. Dos días para dejar de bailar por todos los años.
Es fácil vivir en la normalidad, pero no es gratis, y así nos envolvemos en un desperdicio cotidiano de energía. Solo hicieron falta dos días para que el mundo se viera envuelto en una pandemia. Es así como se hace normal no ser feliz, sin saber que tal vez aquel que ríese un día, pudiese llegar a sonreir por toda una eternidad.