28 Feb 2020

mi último debate sobre el aborto

El 20 de agosto de 2018, año en donde todavía mis valores salían de la expresión de mis sentimientos y emociones sobre mi racionalidad, publiqué una protesta personal sobre el aborto en mi perfil de Facebook a propósito de los debates que se estaban llevando a cabo en Argentina en ese momento: “Me gusta mucho el tema de excluir el concepto de “vida humana” como término científico. Ese concepto es tan arbitrario, que los humanos terminamos por hacerlo un “derecho” y que diferentes países marcaron distintas líneas al otorgar ese derecho. En China vimos por ejemplo que el narcotráfico es un delito juzgado con pena de muerte. En ese sentido, despenalizar el aborto no es más que una cuestión política y religiosa, pero nunca una cuestión de la objetividad científica sobre lo que es “vida humana”. El aborto es tan aceptable como los humanos quieran hacerlo. Ya que la definición de persona desde la ley está dada por el nacimiento exitoso del bebé y su desprendimiento del cordón, el feto no es una persona y por tanto un aborto no es lo mismo que un homicidio. ¿Dónde está el crimen entonces?”.

Ahora, un año después, no pude evitar volver a escribir sobre este tema. Aún con la opinión intacta, se me salen las ganas (controladas) de explicar un poco más mi punto de vista sin ataques y sin emociones, pero con verdades precisas.

Dentro de todas las cosas que podré escribir acá y que rondan por mi cabeza segundo tras segundo, tengo algo preciso con lo que debo iniciar: Lo bueno y lo malo, lo correcto o lo incorrecto no son conceptos existentes dentro de este apartado. Ello, afortunada o desafortunadamente, no elimina el hecho de que existen opiniones distintas y que sin importar cuán de acuerdo estemos o no con dichas posiciones, su existencia no se puede negar. En este apartado se reconoce la diferencia, pero se desconoce el grado de bondad entre las diferencias.

Antes de abordar cualquier idea sobre el aborto, es importante primero aclarar cuál es el verdadero punto de debate. Lo que las sociedades latinoamericanas han estado debatiendo no es si abortar está bien, o si abortar es lo correcto, o si el aborto es homicidio, o si las mujeres que quedan embarazadas a temprana edad deberían abortar, o si un médico debería recomendarle a una mujer de menos de 20 años que tiene el aborto como alternativa. No. Y esto, estimados todos, es importante tenerlo en claro. El punto de debate es si el gobierno de un país debería considerar legal la decisión personal de una mujer de abortar sin importar las condiciones del embarazo. Muy importante será mantener límites entre los adjetivos “bueno” o “correcto” y “legal”.

Hasta el momento, la práctica existe, y en muchos países de latinoamérica es aún una práctica ilegal. Y ojo a esto, porque no es que no exista, no es que no haya abortos y que su legalización los hará aparecer. Se trata de castigar el hecho de que ocurra o no. Dentro de todas las declaraciones en los debates, jamás se ha mencionado que se vayan a incentivar los abortos ni mucho menos obligarlos. Esta decisión de hacer la práctica legal o no ha conllevado a las sociedades a dividirse en principalmente 2 grupos: los mal llamados “provida” y los mal llamados “proelección”.

Los integrantes del bando provida tienen un punto muy concreto para estar en desacuerdo con legalizar el aborto. Un punto tal vez más concreto que los proelección para defender la legalización. Sin embargo, los provida han cometido un error muy grande al disfrazar su punto concreto: Al 2020, el argumento de base del bando provida se dice ser un argumento con base en la defensa de la vida. No obstante, este no es un argumento con base en la defensa de la vida más de lo que es en realidad un argumento con base en lo que dice(n) la(s) B(b)iblia(s). Al ser un argumento con base en un manuscrito considerado sagrado históricamente desde hace miles de años, se vuelve un argumento más concreto que aquel de los proelección.

Este último, que defiende la libertad de decisión de la mujer sobre su cuerpo por encima de la defensa de una vida creciendo dentro del útero de la madre es un argumento que tiene una base concreta de sustento pero que miles de seguidores proelección no conoce o no ha sabido vender: La libertad de la mujer para decidir sobre su cuerpo es un argumento que se adhiere a la libertad declarada dentro de los derechos humanos. Al aceptar estos derechos dentro de una constitución no existe argumento que demande la ilegalidad del aborto.

Esto pone de manifiesto que ambos bandos tienen un punto y un punto muy concreto. Sin embargo, al momento de tener que decidir sobre una vía o la otra para declarar una ley, se adhieren los individuos a los bandos dejando hablar al intestino más que a la razón. Como manifesté arriba, no existe, al menos en este apartado, lo bueno o malo, o lo correcto e incorrecto. No existe una idea objetiva que al 2020 hayamos descubierto que nos dicte por qué vía moral debemos ir. Existen eso sí, acuerdos soportados por opiniones. Pero hemos sido, y quién sabe por cuántos años más seremos incapaces de reconocer la validez de una opinión opuesta.

Perteneciendo al bando proelección, si lanzaran mañana un referendo para legalizar el aborto votaría por la legalización. No obstante, si más del 50% decide que no se debería legalizar, no me quedaría alternativa más que aceptar esta decisión reconociendo la opinión y el deseo de las mayorías. Ello jamás significará que el aborto esté mal en absoluto, solo indicará que el aborto está mal relativo a la(s) B(b)iblia(s) y que más del 50% de los votantes se adhiere a esos valores dictados en estos manuscritos.

Aún cuando esto último aflija a muchos proelección, la vía menos efectiva para lograr una aceptación en la decisión por parte de los provida es adherirse a una guerra de valores. Si en el hipotético referendo ganara la legalización del aborto, ello tampoco significaría que el aborto esté bien en absoluto. Significaría sí, que la mayoría de votantes reconoce con mayor importancia la libertad de decisión dentro del marco de los derechos humanos por encima de lo que dicen la(s) B(b)iblia(s). Sea que exista una legalización o no, ni los provida están obligados a cambiar su estructura de valores de las escrituras sagradas a la declaración de derechos humanos, ni los proelección deben convertirse entonces a lo que dictan las sagradas escrituras. Pero desconocer la existencia y validez de dos vías de valores distintas es altamente ineficiente e inefectivo.

Para aliviar el debate, creo que es posible que si se legalizara el aborto, los provida podrían dejar el juicio de bondad en manos de la divinidad que sustenta sus creencias. De igual forma, si la penalización del aborto continúa viva, para una mujer embarazada con decisión de abortar, podrá considerar buscar salidas legales en otros países antes de correr riesgos. En últimas, los derechos humanos en el siglo XXI unen más países que las sagradas escrituras.